martes, 18 de enero de 2022

Conversatorio entre Oscar López y Edenilson Rivera

 

 

“A veces, me duele ser yo”


 

Me confesó el pintor Oscar López que comenzó a crear a partir de sentir un fracasado.

Esta no es, digamos,  una entrevista formal, pero sí una conversación sobre sus procesos artísticos y vitales. Hablamos en esta oportunidad de varios temas: de ‘Mágico’ González y Maradona, de lo que representan más allá de sus talentos futbolísticos; de la duda y las caídas existenciales. También  de Rocky Balboa (y su épica individual), de Bruce Lee, de Malcolm X, de lo que estos personajes simbolizan para sus pueblos en diferentes contextos. Hablamos de poetas, de su agudeza y su relevancia cultural. Conocer lo que un artista dice de sí mismo siempre es revelador para conocer algo de las concepciones de su arte.

 

 

E: Oscar, por qué demonios creamos; por qué pintás.

O: Creo que una respuesta clara no la tengo definida, tal vez tengo aproximaciones. Y sí me di cuenta de que muchos artistas, antes que yo, llegaron a esas aproximaciones, quizás, más serias de las que yo estoy planteando. Te puedo mencionar desde Delacroix, que es un pintor francés; o te puedo mencionar a los creadores de Cómics. Yo no tengo un concepto rígido de quién es o no artista. De hecho, yo siempre te he mencionado a ‘Mágico’ González: yo lo veo muy poético-filosófico al tipo, y veo que la gente se burla o se ríe; pero te da unas consignas magistrales. En ese sentido, sí, yo me doy cuenta quién está más cerca de eso porque estoy desde fuera. En mí concepción, te podría decir que creo por cosas tan básicas, tan trilladas como miedo a la muerte, narcisismo intelectual, cualquier tipo de cosa, porque, incluso, si yo supiera cuál es la respuesta, tal vez, dejaría de crear, porque ya sé por qué estoy creando. Simplemente, es una necesidad vital. Es rico respirar y no te preguntas por qué. Sí, hay elementos temáticos, obviamente, que te pueden influir, o un contexto como el de la pandemia, que, creo yo,  quizás nos dio, por vez primera  en una situación difícil, el verdadero estilo de vida creacionista, por qué no teníamos nada qué hacer, estábamos encerrados, y teníamos que enfocarlo y lo empezamos a ver y nos gustó. Y creo que de ahí todos: empezó un nuevo ciclo a nivel artístico; el problema es el factor económico o los factores vivenciales. Pero, por qué creamos: creo que es una respuesta que solo te la da el contexto mismo de tu imbecilidad, jeje. A veces, tenés que ser imbécil para empezar a crear. Sentirte mal, sentirte tonto, frustrado, fracasado… que solo venís de adorno a este mundo. Creo que cuando entendés eso, empezás a crear. Te estoy dando la razón por la que, empecé a crear, no te estoy diciendo, en general, por qué creo que lo estoy haciendo.

 E: Dijiste algo del mundo, me dijiste que me estabas dando una respuesta razonable; por qué comenzaste o por qué estás en la marcha, en la busca. Pero, entonces, qué pasa en el mundo, qué  te mueve a hacerlo.

O: Pues, mirá, como te repito, creo que lo más fácil para mí estar sentado pintando, por qué voy a pintar o a quién le voy a pintar, no es una respuesta clara que tenga. Aquí, entramos a conceptos más filosóficos y existenciales, en el sentido… en primera instancia, de definir qué es arte para mí. Y si lo que yo estoy haciendo es arte. Te puedo contestar claramente: lo que yo estoy haciendo es una mierda, a veces, pero es parte de mi crecimiento, de mi desarrollo existencial como tal, tener esas dudas. Creo que todos generamos un cúmulo de información, tan pesado, que entonces ya tenés demasiados referentes y eso te hace dudar. Muy posiblemente, con esta pregunta que me estás haciendo, yo te hubiera dicho a los 19 una estupidez maravillosamente poética: yo te hubiese dicho que soy el nuevo Rimbaud de la poesía, una dicotomía muy extraña.

 E: También comenzaste escribiendo poesía…

O: Sí, sí, de hecho… Yo considero que quien entiende el secreto de la poesía, ¡puta!, está cerca de los dioses, porque realmente la vida conlleva esa magia, miserable e insignificante, para algunas personas; para otras, un estado, una conciencia, una filosofía una manera de ser, de respirar. O sea, yo me pregunto por qué la manzana es roja y por qué me gusta el color rojo. Eso es normal, pero preguntarse quién le puso rojo al rojo, ya me metiste en un huevo[i]. O sea, voy más allá de…  Y, quizás, por eso no te puedo dar una respuesta porque no me quedo con la típica de… el seseo, la muletilla de: “es que yo creo en mi arte porque es una manera espiritual”. Eso es lo que hemos  oído alrededor de, quizás, entrevistas anteriores, de muchos o artistas, o lo que nosotros consideráramos para salir del ‘huevo’. Me estás haciendo una pregunta tan difícil, que no tengo una respuesta clara.

E: Bueno, me gustan las cosas difíciles, pero no por ponerte en aprieto.

O: Yo sé. Y me gusta que me pongas en aprieto porque me hacés reflexionar. Quizás, no te esté diciendo nada ahora; pero cuando llegue a mi casa, te pegue una llamada, dos días después: “hey, man, puta, ya entendí lo que me querías decir”. O sea, ese sentido no sentirte perturbado por no poder  contestar algo, creo que te hace más maduro a nivel creacionista artístico, porque no tenés una respuesta definitiva para crear, para salirte de la tangente: simplemente, lo hacés, pero la reflexión como tal es la válida. Como dicen los abstractos, no me importa el producto final, sino el proceso. Aquí, en todo caso, es la reflexión.

EComo parte de mis lecturas,  consultaba un ensayo de un filósofo metafísico; él dice que la función del arte pareciera consistir en no comprender, en no tener un sentido claro, a veces. Es decir, el gran arte denso, hasta, incluso, podríamos hablar de un poema hermético. Vos, por ejemplo, hacés abstracto.

O: Bueno, ahora estoy haciendo Pop. Ahora estoy haciendo Cómics…

E: Pero alguien te puede decir: «cuál es el sentido». Cuál es su fuerza comunicativa. Bueno, el mundo está ahí… Pero, entonces, por qué el artefacto artístico.

O: Bueno, sí, el mundo está ahí. De hecho, para mí, si mi arte fuera funcional y “utilitable”, creo que ya no estaría haciendo eso. Sí, hay transacciones económicas: estamos ratificados por galerías, por museos, porque buscamos, como cualquier profesional, ingresos económicos. Yo no te voy a hablar en términos utópicos, te voy a hablar como un ser humano que caga, come, cerveza, compra libros, necesita fortalecerse. Yo no creo en esas falsas identidades de “yo no leo porque me contamino”, “yo no veo imágenes de Instagram” o de cualquier red social porque me contaminan”. A mí me encula[ii] ver hasta revistas Playboy, no por el morbo, sino por cómo es la letra, como están combinados los colores diseñados; todo eso tiene una dinámica, un sentido; pero todo eso es funcional y utilitario. Si alguien me dijera “me gusta tu cuadro porque me combina con mis cortinas”, puta, creo que me sentiría sumamente fatal. Pero si me dice “no sé por qué putas me gusta tu cuadro, pero lo quisiera tener en mi casa y mi casa es un gran desvergue”, estoy comprobando una de las funciones artísticas: expresarte, me estoy expresando. Obviamente, hubo un diálogo. La gente se lo lleva, lo pone en su casa o donde quiera, pero no me estás transformando o no me estás cosificando, aunque se escuche contradictorio y necesitemos ratificaciones. Hay muchas piezas de arte, por ejemplo, la de Marcel Duchamp (que ahora ya la historia está desvirtuando), se dice que hay una mujer detrás de él, que tenía esos famosos ready-made. Pero, ejemplificándolo, quizás por ahí podemos abordarlo. En qué medida estamos conscientes del utilitarismo y funcionalidad de esas piezas, y a pesar de eso seguimos creando, o, si te considerás anárquico, en ese sentido, y lo que va a venir, obviamente, te va a retribuir, pero no vas sobre el epíteto de “gran artista”, “gran maestro”, qué se yo, cosas tan inválidas a mis 39 años, pero tal vez en mi juventud era lo que perseguía: el aplauso, la ratificación. Creo que todos los artistas han buscado en alguna medida eso. Llega un punto en que si llega bueno, si no, qué más da. Vamos al génesis de esto, como el ejemplo del color de la manzana…

E Quizás, habría que buscar un sentido…

O: Ajá, hay que buscar un sentido. Y cada quien tiene derecho a eso. Como te repito, quizás aquí ya toqué dos ejes fundamentales: utilidad y funcionalidad, o lo que vos querás llamar, mediante si  se es o no artista, porque vamos a otro tipo de elementos. Aquí no estoy diciendo quien es bueno y quién es malo. La preguntar concreta  fue por qué creamos. Y me desconcierta también, lo que te estoy diciendo

E: Sabes que yo no soy un conocedor del arte pictórico; quizá, mi interés es ir más por el lado intuitivo, reflexivo.

O: Es que eso que estás diciendo… Toda la gente me dice: “no entiendo el arte”, “no conozco de arte, pero me gusta”. Pero estás siendo intuitivo, reflexivo, estás siendo visceral, estás fluyendo con el color ¿Sabes quiénes manejan de una manera magistral el color? Los niños. Los niños no tienen ningún tipo de concepción académica, pero ellos ponen el color tal cual su emoción lo dicta. Y esa intuición, conforme nos academizamos  no estoy en contra de eso, ojo, conforme nos vamos haciendo retóricos, técnicos, tecnificables, conceptualizados, perdemos esa maravillosa esencia de la intuición. Y muchos la mantienen, por ejemplo, voy a hablar de poesía, que me encula. Rimbaud la mantuvo y fue un niño hijodeputa siempre en su escritura, pero un niño hijodeputa consciente de que ya le apestaba la axila, ya le gustaban los hombres o las mujeres, ya vivía en su contexto, pero eso lo supo conservar para no intervenir en su poesía. Muchos artistas, y quizás me incluyo yo en primer plano, cometimos el error de creer más lo que nos decían otras estéticas, a las propias.

E: Recién hablabas también de Bukowski; Creo que él decía, hablando de literatura,  que cuando desaparece el espíritu, aparece la forma. Se refería a la utilización de la técnica fría, creo. Hablabas de Rimbaud, de quien se dice que entre los 16 y los 19 escribió todo, su mayoría de obra. Porque también está el espíritu de la creación salvaje, digamos. Además, hay cosas que se acumulan, o se traen, o simplemente hay un tiempo; por supuesto, está la inteligencia individual, la sensibilidad.

O: Exacto. O las entendés antes que otras personas.

E: Pero yo te decía: qué pasa en el mundo. Yo digo en poesía: el mundo te duele; ¿te duele lo que ves?

A veces, me duele ser yo (jejeje), aunque se escuche raro, no por negación a mi proceso, sino porque siento que no estoy haciendo lo que tendría que hacer, a pesar de creerme el hecho de la práctica pictórica, porque eso lo respeto. Pero solo creerme no basta, también me duele no creérmelo. Y esas contradicciones de estar, no estar, ser y no ser: es la maldición del salvadoreño.

E: Es parte de la duda: ¿se vuelve la duda, de alguna manera, metódica en el arte?

O: Para mí, sí. Porque, mira, ahhh… por ser salvadoreño, tal vez, es mi naturaleza, voy a hablar quizás de mi idiosincrasia fundamental. Siento que si yo no desconfío en algo, siento que no merece mi interés; te estoy hablando desde las relaciones personales hasta el proceso mismo de preparar una tela. Tengo 17 años de preparar tela y siempre dudo de cómo la voy a preparar, y es un proceso mecánico, casi, si lo querés verlo de esa manera. Pero también la obra es una entidad viva antes de que esté viva, la obra está desarrollada sin que vos lo sepás.

E: ¿Es un cúmulo de materiales?

Exactamente. Sólo lo objetivas, sólo hacés un objeto de eso. Todo anda en el aire y solo recogés las partículas elementales de tu creación, si lo querés ver un poco metafísico. Y tenés que aceptar también tus procesos, porque también a la larga, no son iguales que los demás. Yo me considero una persona retrógrada, sumamente lenta para leer, para conceptualizar y para crear; me considero súper lento. Yo admiro, por ejemplo, jóvenes que hacen y han entendido el fenómeno del Popno de Andy Wharol, si no que te estoy hablando del Cómics. Y ahora con Netflix, por ejemplo, que vemos vergo[iii] de Anime hijodeputa. A veces, me termina gustando sus tramas negras, sus tramas sucias; temas tan normales pero que la gente todavía no lo quiere ver, pero que te lo pongan en un muñeco para contarlo en adulto, no es fácil: homosexualidad, satanismo… El hombre occidental, el hombre oriental, tienen las mismas vicisitudes, las mimas reminiscencias. Y somos seres humanos, como todos. Claro, tenemos algunas concepciones políticas, culturales y religiosas que nos dividen, porque no somos iguales, nos dividen; pero si establecemos como un punto como un común, y el punto en común es creación, el punto en común es color… son las formas, encerradas, qué sé yo, por ahí vas, ya vas metiendo como lo que vos querés para darle forma a tu Golem, a tu monstruo.

E: Pero hablabas de darle una presencia, podríamos decir, filosóficamente, sería como ontólógica…

O: Sí, claro, claro, la formación misma… o sea, el ser artístico, si lo queremos ver así. Podés entrar en categorías filosóficas en ese sentido. Podés hacer valoraciones a priori, a posteriori. Te podés llenar de toda la información que vos querás y el puto cuadro no existe, solo te hace falta formar el muñeco.

E: Qué pasa con “el ojo interior”: ¿pinta  el ojo interior?

O: Yo te puedo decir algo, y acabas de tocar algo… Yo conozco el contexto porque tengo ojos de la luz exterior, pero me interesa el color… Baudelaire tocó un tema bien importante: la artificialidad en el arte. Por ejemplo, yo te puedo hacer anaranjado totalmente, muy expresionista, muy fauvista, pero es mi color interior. Y yo conozco perfectamente que el naranja es base para hacer el color piel, y si le meto blanco, te hago un Cómics, y si le meto otros colores, te hago ya la piel natural; porque te hago la piel natural, porque el color natural, sabes qué lleva: rojo, naranja, blanco; para contaminarlo le meten rojo, hacen un rosado: le metés tres tipos de café y le metés más blanco. Nunca le metés negro. Nunca.

E: ¿Cómo se fraguan tus ideas directrices, tus ideas germinales en tu estética?

Haceme la pregunta más pedrada… más directa.

E: ¿Oyes formas, colores o conceptos?

Claro. No me puedo considerar una persona estática. De hecho, mi proceso creacionista parte de la música y de la poesía. Y estas hablando… hay sonidos y formas, no estructurales, fisiológicas, pero sí abstractas. Y por eso yo partí, exactamente del abstracto. Eso me dio la oportunidad de no encasillarme en un concepto fisiológico-mundano-estático.

E: No te interesa el mundo. Te interesa tu mundo

Me interesa el mundo como una manifestación de… Una manifestación no es lo mismo que una representación. Un árbol no es tal cual te lo enseñaron.

E: Un árbol no es el de Van Gogh, como se dice.

Ahora te voy a decir algo. Una amiga me dijo una vez: “sabes que a mi hija la reprobaron porque pinto un caballo rosado?” Entonces, la señorita maestra le dijo: “el caballo no es rosado,  es café”. Y yo le dije a mi chera[iv]: “tu hija está filosofando en la concepción artística; porque yo preguntaría, yo voy más allá: quién le puso rosado al rosado. Todos entendemos cómo se hacen los colores por un proceso prismático… Pero te voy a decir: quién le puso verde al verde. Y lo ratificamos. Y así, en otro idioma. Todo llega al mismo concepto. Pero vamos más allá: si un caballo no es rosado, por qué no es rosado en el arte: por qué vos me lo decís. Yo no estoy representando a un caballo, estoy manifestando el constructo que vos entendés como caballo. Y yo te lo voy a mostrar según mi mundo.

E: Si el mundo no te ofrece no te ofrece “un caballo rosado”, entonces, para qué estás creando.

Aquí vamos otra vez a Marc Chagall, al punto de que el tipo ponía gente flotando, que para muchos puede ser ridículo, incluso para mí. Pero en su apreciación y en valoración, el tipo construyó su interioridad y te la mostró y la hizo palpable, como esta botella, como la mesa… Y en esa medida es un creador porque no siguió los estatutos fundamentales de la puta Academia que llegó a Francia y le podía decir que hiciera esa gente flotante era una mierda, porque no tenía una perspectiva ideal. Pero decime: qué es la perspectiva. La valoración implícita del acercamiento o del alejamiento de tus objetos en proporción a las distancias... qué limitados estaríamos si eso es la perspectiva. La perspectiva, filosóficamente, es tu visión de vida, tu visión del constructo social, arquetípico, armónico.



[i] Un problema, una dificultad.
[ii] Me encanta, me apasiona.
[iii] Mucho, una gran cantidad.
[iv] Amiga, conocida.
 

domingo, 16 de enero de 2022

...Sobre la guerra y los Acuerdos de Paz

                                       La guerra: a 30 años de los Acuerdos de Paz

 

La guerra no solamente se sitúa como la más grande
entre las pruebas que vive la moral. La convierte en irrisoria.
El arte de prever y de ganar por todos los medios la guerra  la política
se impone, en virtud de ello, como el ejercicio mismo de la razón
“La política se opone a la moral, como la filosofía
a la ingenuidad
Emmanuel Levinas.
 

 

A  30 años de la firma de los Acuerdos de Paz  que puso fin a la guerra que padecimos de manera cruel durante doce años (y que sufrieron o aún sufren, a su modo, los que nacieron después), dicho suceso se convierte objeto de reflexión  algo que es necesario hacer cierto tiempo, ya fuere desde el testimonio personal o desde un punto de vista colectivo. Lo macabro del conflicto bélico fue el luto histórico que heredó la sociedad salvadoreña debido a la muerte de más de setenta mil compatriotas.

     Quienes vivimos la guerra como niños no pudimos entender la gravedad de un suceso tan atroz, que nos marcaría y mutilaría parte de nuestras vidas. Recuerdo que cuando era pequeño, me dormía en los “enfrentamientos” entre el ejército y la guerrilla: tenía el sueño pesado y ni rugir ni el estruendo de las balas podían evitarlo. Lo curioso además era que uno no entendía por qué luchaban (pues aparte del poco razonamiento, por la edad, en mi pueblo no teníamos acceso a información imparcial sobre los hechos mismos); pero sí recuerdo que nos daban a entender que  “los malos eran los de la guerrilla”, dado que la conciencia colectiva era inducida por quienes detentaban el poder; además, ni siquiera en la escuela había una atisbo de clarificación sobre tal suceso, con el agravante de que no existía, por ejemplo, la clase de Historia.

     Recuerdo que al emigrar a San Salvador, al apasionarme con la lectura y comprender ciertas cosas, el panorama cambió: alcanzaba a entender sobre las causas que la originaron, y, al sentir la rebeldía aún de la juventud, hasta llegué a desear de nuevo un conflicto para participar de algún modo. Esto cambió claro al ver los acomodos de ciertos acontecimientos, en razón, de la volubilidad de ciertas personalidades que participaron en la guerra, debido a las conversiones cívicas de algunos de sus protagonistas. Y luego, aparte de eso y de defraudarme como ciudadano, y posteriormente al tener una familia, me dije que ya no participaría si ocurría un conflicto de tal magnitud, al menos, no de manera bélica directamente.

     Como sociedad, la guerra nos descalabró hasta llevarnos a la ceguera y la locura. Y tiendo a pesar que, en gran medida, nuestra sociedad sigue desquiciada  entre otras causas, a consecuencia de este suceso macabro que terminó con muchas familias salvadoreñas,  y las hundió en un luto y una deuda “impagable” e histórica, por la pérdida del gran número de víctimas. Y que, por otra parte, además de esas deudas, las heridas en nuestra conciencia aún no han cicatrizado del todo, si es que de eso se trata, por no hablar de la justicia tan esquiva. Y hay algo también grave: lastimosamente, como dice El asco de Castellanos Moya, los salvadoreños tenemos la memoria efímera del moscardón.

 

De pequeño, pude presenciar cadáveres destrozados de guerrilleros que se habían parado, por ejemplo, en alguna mina o habían muerto en intercambio de directo de disparos. Tiempo después, el zumbido de las balas y de los aviones descargando sus bombas y municiones sobre la zona de ataque se volvieron cosas terribles, por lo que como ciudadanos civiles sentíamos también la inminencia de la muerte sobre nuestras cabezas.

     A este día, me parece que las víctimas, es decir, las pérdidas irreparables de tantas vidas, de tantos hermanos salvadoreños (y aun de extranjeros: periodistas, monjas, sacerdotes), es lo más lamentable en términos de degradación humana. La guerra significa matarse, simple: aniquilar al “otro”. Y si bien es cierto que esto es irrecuperable, es irresponsable también decir que la guerra fue un fracaso. Algo ganamos, sí, aunque el costo humano sigue siendo imponderable.

     En estos tiempos, las generaciones más jóvenes y apáticas (perezosas, muchas veces, a causa del alto desarrollo tecnológico, que nos ayuda, pero que también aniquila lo humano) parecieran no tener el menor asomo o noción de lo que pasó y tampoco se interesan por conocer, dado que viven en un ambiente de la facilidad de todo,  en la perenne fluidez de las cosas en la vida postmoderna, pero también en una esfera densa de futilidad.

     Somos una sociedad lastrada en su devenir histórico. Al nacer, respiramos un aire “envenenado”, de violencia al nacer, y pareciera también que la violencia pasa a ser parte de nuestra idiosincrasia, más allá de los aspectos específicamente humanos del comportamiento. Somos violentos hereditariamente, en parte para mí, como digo  además de otros fenómenos, gracias a la guerra.

     Por otra parte, a esta altura de los tiempos, ¿quién posee la verdad?; ¿quién nos construye y digiere la verdad? Vale preguntarse, creo. Vale resignificar los hechos. Vale, más que lo ideológico y las herramientas del poder, lo humano, la vida, la conciencia. Pero cómo haremos. Con qué instrumentos nos fortalecemos como ciudadanos críticos, que podamos liberarnos de cierta ideología engañosa. Necesitamos la ayuda de los más lúcidos, de los humanistas, de la gente que sabe de historia, de pensadores que puedan descorrer los velos perversos que nos ocultan lo verdadero, lo que vale; necesitamos de gente informada y culta; necesitamos del gen rebelde de la juventud para reconstruir nuestros ideales, para soñarnos otros. Necesitamos encarrilarnos en el progreso, sí, o hacia él (la tecnología y la ciencia son útiles, pero no son todo). Necesitamos educación, arte, cultura. Fortalecer nuestra identidad tan erosiva. Necesitamos un proyecto de visión, una suerte de reingeniería social, de reinvención de la espiritualidad humana.

     En mi criterio, para fraguar un cambio idiosincrásico y social en profundidad, necesitamos el trabajo de una generación. Necesitamos el trabajo de medio siglo.

    

Conversatorio entre Oscar López y Edenilson Rivera

    “A veces, me duele ser yo”   Me confesó el pintor Oscar López que comenzó a crear a partir de sentir un fracasado. Esta no es, dig...